Historias argentinas (I).
Juli Gutièrrez Deulofeu
«Hermoso ejemplo el de esa nación, el crisol de razas del poeta, tierra bendita que a nadie preguntaba de donde venía y que traía consigo, sino que le ofrecía un ámbito de trabajo sin límites, de libertad y de paz; que admitía el ascenso del hombre según su capacidad y su aptitud para el esfuerzo; una nación que estaba en su camino de grandeza, forjada a base de querer hacer según el ejemplo legado por las generaciones que habían precedido en el esfuerzo».
(Palabras de un pensador argentino, recuerdo de su infancia. Y yo que me pregunto, y yo que les pregunto: ¿qué se torció?).
Esta historia, como tantas otras se remonta a tiempos pretéritos, muy probablemente, éstos, se perderían en las brumas de una memoria por lo general en exceso olvidadiza. Es lógico aceptar que a lo largo de tan dilatado periodo el ser humano haya olvidado a sus ancestros. Haya olvidado el pasado y hoy, tan solo se preocupe de su presente mas inmediato, porque cualquier mirada al pasado se hace con el convencimiento que algo, o mucho, para algunos, se ha avanzado. No lo dudo, pero me pregunto si el precio pagado lo vale. La historia de la Humanidad, toda, se convierte de este modo en un sinfín de despropósitos. ¿Excesivo?, pienso que no. Hambre, guerras, y por tanto miedo y terror se enseñorean en el siglo en que vivimos de la mayor parte de la geografía. De hecho, el hombre del siglo XXI, no contento con esto, parece decidido a acabar, en nombre del progreso, con el planeta entero. Las actuaciones de los que dirigen las grandes potencias mundiales, EEUU, China, Rusia, no son especialmente tranquilizadoras. Los derechos de la Tierra, los Derechos del Hombre son ultrajados a cada minuto. Ante este panorama el futuro se oscurece por momentos y parece instalarse en la sociedad mundial la desidia y el pasotismo y de vez en cuando como única respuesta, el terrorismo; por tanto más y más terror. Un pensador catalán, Joan Maragall (1850-1911) afirmaba que las bombas y las blasfemias son, sobre todo, una misma cosa: un desahogo de la impotencia para crear. El que odia la sociedad y no se siente fuerte para transformarla, tira una bomba en medio de la plaza. Pues bien, en 1978, otro catalán, Alexandre Deulofeu viajó a la Argentina, para comunicarles que a ustedes y solo a ustedes les está encomendada la misión de cambiar el destino de la cansada Humanidad. En su mensaje de despedida calificó a la Argentina como el faro del mundo futuro. Analizaremos en posteriores capítulos el porqué de estas palabras.
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