Del polifónico imaginario de Alexandre Deulofeu (III)
Un Quintet minus violí
Juli Gutiérrez Deulofeu
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Un Quinteto minus violín.
Un disco de 33 rpm. Quinteto en La mayor, opus 114 de Schubert. La Trucha. Piano, viola, violoncelo, y contrabajo. ¿Quinteto? Quinteto… minus violín. Nos falta un violinista. Justamente llega. Cuelga una larga gabardina, el sombrero, en un artefacto indescriptible. Se refugian todos, músico, ropas, violín en una curiosa construcción, tiene forma de pagoda, hecha, levantada con maderas viejas, con retales manchados de sangre, con columnas inmortales de acacia. Iluminada, envuelta, vestida por los rayos brillantes, claros, abrumadores, mágicos del sol en la hora baja ampurdanesa, atardeceres inacabables.
El brazo del tocadiscos se deposita lentamente sobre el disco, que comienza a girar. Se prepara el primer movimiento, un Allegro vivace, encomendado al violín y al violoncelo, un primer tema suave y reflexivo, seguido por un segundo, propiamente alegre y vivo. El intérprete, como si diese la entrada a sus invisibles compañeros, hace un leve movimiento con la cabeza y el brazo que aguanta el violín. El espectáculo está a punto de comenzar. La luz, que se filtra por los ventanales de la casita, viste el ambiente de la solemnidad que la ocasión requiere. Aquella ya avanzada tarde de primavera no parece, sin embargo, una tarde cualquiera. El Allegro vivace se convierte en algo inalcanzable, las notas se suceden a una velocidad frenética, los dedos del violinista no pueden ir tan de prisa, el arco vuela, sobre las cuerdas en un movimiento frenético. Se anuncia el desastre, petan las cuerdas, salta el cordal. La imagen es la de un desastre total. El músico no se lo cree. En aquel momento recuerda lo que sucedió en un pasado ya lejano en Pessilla de la Ribera, en los días difíciles del exilio, cuando hacía de músico con aquella troupe de descarriados. Entonces ya le sucedió algo parecido. Era una noche de fiesta mayor, que anunciaba ya el estallido de la segunda guerra mundial… Pero lo que en aquel momento estalló fue el violín. Hoy, como ayer, Deulofeu no se desanima y no se rinde. Repara el violín ante la mirada entre sabia y aburrida de Joi, un setter inglés, inseparable compañero de fatigas de nuestro protagonista, que lo conoce suficientemente bien y que ya no se altera por nada. Todo tiene solución. Volvemos. Como siempre la historia se repetirá y otra vez el desastre. Deulofeu no tiene más cuerdas. Decide ir a ver a Quim Fort en Borrassà. Suben, él y el perro en el viejo Peugeot y ascienden el camino del pueblo vecino. En pocos minutos se plantan en Can Fort. Joaquim Fort se había convertido en el fotógrafo oficial de Deulofeu, memoria en blanco y negro del territorio ampurdanés, de su románico y de su gente, de los arquetipos definitorios del paisaje, de la esencia, del alma de un país pequeño. Le explica lo que ha pasado. Fort no le entiende nada, y decide acompañarlo al mas de Ordis. Aquello que es inexplicable dura el tiempo que Fort dedica a mirar el aparato de música. Unos breves segundos, cambia de posición el selector de velocidades del aparato. Deulofeu no se había dado cuenta que estaba en la posición de 45 rpm. Misterio resuelto. Volvemos, pues. El resto de la sesión musical fue un éxito, de hecho fue grabada en una cinta de magnetófono que conservo, y en la que, por cierto, se escuchan los ladridos del perro, cansado de tanta música y deseoso de ir a paseo por los alrededores de Sant Nicolau.
Mientras escribo estas líneas, miles de catalanes se manifiestan por las calles de Barcelona. Ya basta de que nos tomen el pelo. Reclaman, solamente, aplicar el sentido común, un poco de cordura y un poco de respeto. Ya era hora. Hasta hace cuatro días todos aquellos detractores, todos aquellos que ven como se hunde el imperio español, se escondían detrás de la excusa de que esto del Estatuto no interesaba a nadie, que para el catalanito medianito mientras la bolsa estuviese llena todo lo demás eran pamplinas. Bien, bien, bien. Parece que esto no es del todo así. Y esto molesta a más de uno. Más allá de la debida o no apropiación de la marcha, lo que está claro es que la manifestación de domingo es importante. Es un perfecto reflejo de las extrañas contradicciones de nuestros días. Lo decía Deulofeu, el siglo XXI vendrá definido por un proceso iniciado a finales del XX. Atomización versus reunificación. Fuerzas centrifugas contra fuerzas centrípetas. Se atomizan, se centrifugan, los viejos estados, nacidos con la modernidad y resurgen las viejas nacionalidades, y nadie puede hacer nada. A las nuevas generaciones se les hace extraño pensar que la primera potencia europea hace menos de veinte años continuaba dividida y humillada, o que en los territorios eslavos, ahora disgregados en diferentes estados, ¡y lo que ha de venir!, por la misma época, sobrevivía una potencia, un supuesto monolito indestructible, o así la consideraban los sabios de la época. pues bien, ahora le toca a la Península Ibérica. En el próximo capítulo entraremos a fondo. Ahora, un breve apunte para la reflexión. Hace pocos días, en una charla de una ONG, se hablaba de un hecho cierto, indiscutible. Conocer la esencia de un país, de un territorio es mucho más que ir a comer en un Mac Donalds. De estos hay en todos sitios, en Nueva York, en Barcelona, en Pekín, en Cuzco. Esta persona reivindicaba la esencia de los pueblos indígenas del Perú, de la zona del Amazonas. Lo aplaudimos, de hecho lo aplaude prácticamente todo el mundo. El problema, la contradicción, la paradoja se crea cuando muchos de estos aplaudidores no entienden que los catalanes queramos vindicar nuestra esencia, nuestro pasado, nuestro vernaculismo, en definitiva nuestro imaginario colectivo, forjado a lo largo de miles y miles de años que, en definitiva, siguiendo a Deulofeu, no queremos que pase lo que pasó a tantas y tantas civilizaciones antiguas, desaparecidas, que lo hicieron entre otras razones cuando el invasor decidió cambiar, eliminar y sustituir el imaginario colectivo de aquellas tierras por otro que no les era propio, propiciando el suicidio colectivo y esto es lo que hay que evitar en nuestra casa, hay que evitarlo en todos los lugares, si queremos, de una vez por todas, cambiar el destino, trágico, de la Humanidad anunciado por Alexandre Deulofeu.
Juli Gutièrrez Deulofeu.
Publicado en el Setmanari de l’Art Empordà (Semanario del Alto Ampurdán).
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