Objetivo mundial.
El Punt Avui+. Domingo, 15 de octubre de 2017. 2h. Opinión. Tribuna. |
Objetivo mundial.
Brauli Tamarit Tamarit.
Equipo Matemática de la Historia.
«Si algo nos demuestra la realidad de la historia, una y otra vez, es que las estructuras políticas son cambiantes».
¿Qué os parecería si todos los cambios de fronteras que se produjeran en el mundo se hicieran voluntariamente de forma pacífica, por parte de los pueblos que participan, y bajo el paraguas de una estructura conjunta que englobe todas las naciones?
Lluís Maria Xirinacs nos recordó, en un artículo publicado en el rotativo «Avui» titulado «Boomerang», como el 23 de agosto de 1978 se aprobó, en la comisión constitucional del Senado, el artículo 10 de la Constitución Española, en el que, en su apartado segundo, se constitucionalizan los tratados internacionales de Derechos Humanos. Xirinacs nos cuenta entonces como la UCD dio el consentimiento, de este modo, al derecho de libre determinación de los pueblos reconocido en el artículo primero del Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales, y del Pacto internacional de derechos civiles y políticos, aprobados en Nueva York el 16 de diciembre de 1966.
Estos derechos fundamentales han sido fruto de la acción de personas de buena voluntad, entre ellas muchas mujeres que veían como se mataban los hombres en la Primera Guerra Mundial, pero también de la reacción desencadenada en la Segunda Guerra Mundial, contra unos imperialismos que aspiraban a la dominación universal. Una dominación universal que, según nos demuestra Alexandre Deulofeu, es una vía imposible para unificar el mundo. La disgregación de la URSS fue relativamente pacífica y no finalizó en un holocausto nuclear, entre otras razones porque los responsables de los EE.UU. ya disponían del conocimiento que aporta «La matemática de la historia» de este sabio ampurdanés. Contrariamente, la propia Unión Europea es el primer gran intento de confederación continental con el objetivo de erradicar las guerras en su interior.
Si algo nos demuestra la realidad de la historia, una y otra vez, y Deulofeu es un gran portavoz, es que las estructuras políticas son cambiantes. A un ritmo lento, en algunas zonas el poder se fragmenta y en otras se unifica. Ningun imperio es eterno, del mismo modo que no hay ninguna civilización que sea eterna. Muchos de estos cambios se han hecho mediante guerras y a partir del siglo XX, de la mano de genios como Gandhi, hemos empezado a asistir a cambios no violentos. Por ello Deulofeu, en el último capítulo de su primer libro «Catalunya i l’Europa futura» («Cataluña y la Europa futura»), afirma que, para alcanzar la culminación del proceso político planetario y llegar a la paz, cada nación, como la catalana, debe tener su estado, todos los estados de cada una de las naciones deben confederarse dentro de sus respectivas confederaciones continentales, y todas estas confederaciones continentales deben confederarse, a su vez, hasta alcanzar la Confederación Mundial.
Enlace del artículo original en catalán:
http://www.elpuntavui.cat/opinio/article/8-articles/1259659-objectiu-mundial.html