Avui, viernes 15 de junio de 1990. Diálogo. Página 13.
No se puede ser sabio y de Figueres.
Xavier Febrés.
Alexandre Deulofeu fue un sabio figuerense –hijo de la misma calle que Salvador Dalí y Carles Fages de Climent– que no ha sido entendido, todavía. Es autor de una voluminosa interpretación de la historia a través de la matemática, y el articulista nos habla y lo reivindica.
Deben sobrar dedos de una mano para contar las personas que en este país han estudiado y valorado la teoría de los ciclos de la civilización publicada en diversos volúmenes por el historiador autodidacta figuerense Alexandre Deulofeu, con el nombre de Matemàtica de la història (Matemática de la historia). Quienes la han leído y han catado algunos de sus conocimientos se han guardado escrupulosamente de citar la fuente, porque Deulofeu continua condenado al ostracismo de la cultura oficial por autodidacta, por francotirador, por sabio de pueblo.
Cuando raramente se le alude, la mayoría de labios insinúan una sonrisa condescendiente, o se salen con alguna truculencia atramuntanada: Es uno de los crasos errores atribuibles a la arrogancia de las academias, a la prepotencia de los círculos de poder cultural dominante.
No dudé ni un momento a desplazarme a Figueres hace poco, cuando supe que el historiador de Palafrugell Joan Badia i Homs pronunciaría una conferencia sobre Deulofeu, más concretamente sobre su obra L’Empordà, bressol de l’art romànic (El Ampurdán, cuna del arte románico). La convocatoria prometía, Joan Badia i Homs es otro pozo de ciencia ampurdanés que ha sufrido la etiqueta estólida de sabio de pueblo.
A pesar de que a nadie le gusta ser el asno que recibe los golpes, Badia tuvo la nobleza de empezar por reconocer que es un hijo cultural de Deulofeu, que no se habría decidido a escribir sus diversos libros sobre arquitectura medieval del Ampurdán, entre otros temas, sin la existencia de L’Empordà, bressol de l’art romànic (El Ampurdán, cuna del arte románico). Seguidamente tuvo el coraje de desgranar metódicamente los aciertos y los errores que encuentra en la teoría de Deulofeu, con argumentos profusamente documentados por largos años de estudio y de exploración.
Esta conferencia pronunciada ante una veintena de asistentes en los benévolos locales de una minúscula escuela de yoga y no en alguna docta tribuna fue alguna cosa más que una exhibición de conocimientos. A mis ojos, fue sobre todo una demostración de honestidad intelectual, de continuidad cultural, de arraigada independencia de criterio.
No se trata ni se ha tratado nunca de suscribir el conjunto de la teoría de Deulofeu como un dogma. El Ampurdán no es tierra de dogmas, sino de libre pensamiento. Si hiciese falta algún objetivo más que el de la pura curiosidad intelectual, se trataría de arrancar la Matemática de la historia del silencio granítico con que fue acogida, de la consideración irónica a que fue sometida por el simple hecho de emanar de un «farmacéutico de Figueres», de otro hijo de la calle Monturiol –como Dalí y como Fages de Climent–, sin que los severos fiscales entrasen ni tan solo a reconocer aquello de positivo que se puede extraer del cojín de ilustración que sustenta una teoría tan discutible como cualquier otra.
Joan Badia i Homs sabía perfectamente la parte de verdad obvia y la parte de simplificación entendible que contenía su afirmación, cuando decía el día de la conferencia que si la teoría filosófica contenida en la obra Un estudio de la historia en doce volúmenes de Arnold J. Toynbee hubiese sido escrita por un erudito de Figueres y la Matemática de la historia de Alexandre Deulofeu por un británico, la valoración social respectiva habría seguramente sido diferente. Yo mismo escribí en mayo del 1988 en otro artículo, ante el éxito internacional del libro del profesor de la Universidad norteamericana de Yale Paul Kennedy The Rise and Fall of the Great Powers (Ascensión y caída de las grandes potencias), que presentaba más de un paralelismo con las ideas de Deulofeu, con la gran diferencia que la obra de Paul Kennedy se reeditaba con la tácita garantía de calidad universitaria y los ejemplares de la obra de Deulofeu editados a cuenta del autor se apilan en la habitación de las patatas de su masía de Ordis.
Alexandre Deulofeu nació en la Armentera el 1903 y se crió en Figueres, donde regentaría hasta su muerte en 1978 su farmacia de la calle Monturiol, en pleno centro de la capital ampurdanesa. Cursó la carrera de farmacia en Madrid y la de ciencias en Barcelona. En 1927 era nombrado profesor de ciencias del instituto figuerense y en 1933 encargado de la cátedra de física y química. Como miembro de la Federación Republicana Socialista del Ampurdán, partido hegemónico en el lugar durante la República, fue elegido regidor del Ayuntamiento figuerense en 1934, alcalde accidental en 1936 y posteriormente alcalde titular de mayo a noviembre del 1937. En 1934 ya había publicado el libro Catalunya i l’Europa futura (Catalunya y la Europa futura), prologado por Antoni Rovira i Virgili.
A su retorno del exilio en 1947, se lanzó de lleno a la redacción de los diferentes títulos en que expone la Matemática de la historia. Los ocho primeros volúmenes los editó a cuenta del autor por parte de su Editorial Emporitana y dejó al morir numerosos textos todavía inéditos, curiosamente catalogados más adelante por Abelardo Gabancho por encargo de la familia y de los amigos de Deulofeu.
Hoy lleva el nombre de Alexandre Deulofeu uno de los institutos de enseñanza media de Figueres, ciudad que le nombraría hijo adoptivo en 1988. El reconocimiento cívico a título póstumo quedaba establecido. El reconocimiento cultural es más lento.
Xavier Febrés es periodista y escritor.