El Punt. Viernes, 11 de noviembre del 2005. Punto de vista. Página 25.
La «metáfora Deulofeu».
Alexandre Deulofeu aplicaba métodos matemáticos a la hora de calcular duraciones y transiciones por lo que respecta a los diferentes estadios por los cuales pasa una civilización. De acuerdo con estos cálculos, cada civilización tendría una duración de unos seis siglos y medio1.
Tribuna. Xavier Díez. Historiador.
Homenaje a Alexandre Deulofeu, pensador y exalcalde de Figueres. / Manuel Lladó.
Muy recientemente el historiador Enric Pujol ha coordinado un interesante libro que recuerda y divulga el pensamiento historiográfico del figuerense Alexandre Deulofeu (1903-1978). Este ampurdanés, compañero de generación y contertuliano de Francesc Pujols o de Dalí, con una sólida formación científica, elaboró una compleja teoría cíclica de la historia que ahora Pujol, conjuntamente con Jordi Casassas, Francesc Roca y el nieto del biografiado, Juli Gutièrrez Deulofeu, rescatan del olvido y la indiferencia de los ambientes académicos. Las teorías cíclicas de la historia parten de un principio básico y consustancial a la cultura occidental. Consistieron en la aceptación que las sociedades humanas atraviesan fases de ascensión, plenitud y decadencia, como cualquier otro organismo natural. A pesar de que esta idea básica sería fácilmente compatible con las creencias sociales mayoritarias, no tiene hoy ningún aval académico. Quizá influidos todavía por los principios hegelianos y marxistas del progreso ilimitado, o por la desacreditada idea del fin de la historia de Fukuyama, los grandes formuladores de estas teorías, como Oswald Spengler o Arnold Toynbee, son estudiados en las facultades de historia más como curiosidades de la materia que como pensadores influyentes.
El ampurdanés Deulofeu, en cambio, autor de una obra en cantidad y calidad comparable con las del alemán y el británico, ha sido menospreciado por los administradores de la corrección académica, y exiliado lejos del olimpo de los historiadores consagrados. Antes de sintetizar su complejo pensamiento, hay que aclarar que una teoría historiográfica, contrariamente al error en que muchos historiadores incurren, no es una teología, un sistema rígido que permite explicar con precisión cualquier fenómeno social. Más pronto se trata de construcciones intelectuales que han de servir para tener criterios propios a la hora de interpretar el pasado.
Hechas estas precisiones, el pensamiento de Deulofeu resulta iconoclasta, especialmente por su obsesión por aplicar métodos matemáticos a la hora de calcular duraciones y transiciones por lo que respecta a los diferentes estadios por los cuales pasa una civilización. Según estas ideas, donde el autor contempla factores sociales, políticos y especialmente culturales, cada civilización tendría una duración de unos seis siglos y medio2, pasando por diversas coordenadas entre igualdad-servilismo, federalismo-imperio, inspiración-manierismo, hasta reiniciar el proceso. Estas concepciones, realmente sorprendentes, podrían ser perfectamente ignoradas si no fuese porque algunos de sus pronósticos, contra toda lógica, se han cumplido. Así, en plena década de los cincuenta vaticinó el resurgimiento de Alemania (que hoy sólo sufre una crisis de asimilación del Este y la revuelta de sus elites contra el capitalismo renano), la decadencia británica y el hundimiento del imperio soviético. Así, también adivinó el proceso de deconstrucción de la conciencia de clase trabajadora y de la erosión progresiva de sus derechos, tal como sucede hoy. Finalmente, y como profecía todavía no cumplida, consideró el 2029 como fecha para una hipotética independencia catalana de una España en descomposición. De toda manera, más allá del contenido de este pequeño gran libro, La matemàtica de la història (La matemática de la historia), los autores nos invitan a analizar todo aquello que rodea un personaje tan desconocido como fascinante. Deulofeu, un hombre de ciencia genial —el Ampurdán debe ser una de las regiones mundiales con mayor densidad de este tipo de personajes—, aunque periférico. Su formación historiográfica autodidacta, y su condición republicana, le llevaron al exilio francés, primero, y al exilio interior después, en una vida recluida en las periferias del mundo cultural y político. Lejos de los círculos de poder, elaborando su ambiciosa teoría encerrado en la rebotica de su farmacia, desgranó toda una obra inmensa que él mismo publicó desde su propia editorial. Menospreciado por los académicos, ignorado por los políticos en el momento en que el Vichy catalán encumbraba un Vicens Vives que loaba las elites colaboracionistas catalanas, Deulofeu continuó sin desmayo, con sus tesis tan polémicas como originales. El intelectual figuerense, sin saberlo, se convierte en la metáfora de la nación del exilio, del espíritu resistente de las catacumbas sacrificada durante la transición para asegurar la transacción del poder sin interferencias. Porque, ciertamente, si alguna lección hemos de extraer es que un país y su cultura difícilmente pueden vivir sin la protección de un estado y sus instituciones, ni puede basarse en el voluntarismo clandestino, confinado en un permanente complejo de pertenecer a una anomalía nacional, incapaz de hacerse sentir y respetar. Que las mejores ideas, por muy geniales que sean, sin el apoyo de un poder de verdad que las avale, pueden acabar encerradas en el olvido.
1, 2. Nota del editor del sitio web: Aquí se advierte un error, pues según Alexandre Deulofeu, cada ciclo de civilización, de los hasta tres que una cultura puede llegar a tener, tiene una duración aproximada de diecisiete siglos, de los cuales los primeros seis siglos y medio pertenecen a la etapa llamada de fragmentación y los diez siglos y medio restantes a la etapa de gran unificación.