La matemática de la historia.
Juli Gutiérrez Deulofeu
Avui. 27 de desembre del 2003
Bien mirado, 25 años después de su muerte la figura y la obra de Alexandre Deulofeu restan desgraciadamente olvidadas. Por razones de espacio no puedo hacer una selección biográfica y/o bibliográfica; pero, per suerte, todavía pueden encontrarse en las librerías numerosas referencies de su obra. Ahora, quiero aprovechar la ocasión para resaltar un aspecto que no fue nunca considerado a la hora de valorar la labor de Deulofeu. Me refiero a su capacidad excepcional de análisis política social. Puede ser que la razón de este menosprecio sea debida al hecho que los preceptos deulofenianos no eran suficientemente ortodoxos. Ahora bien, viendo a donde nos está llevando la ortodoxia, quizá sería la hora de vindicar la capacidad de ser original.
Bien pronto, en el año 1934, publicaba su primer ensayo político-histórico, que llevaba por título Catalunya i l’Europa futura (Cataluña y la Europa futura), donde se hacía manifiesto su particular visión de la situación geopolítica que vivía el viejo continente, a la vez que destacaba la necesaria labor encaminada a desvelar del todo la conciencia nacional catalana. Una Cataluña pensada en el plano europeo y mundial. Entonces Deulofeu era un joven valor político en alza y el mismo Rovira i Virgili no dudó en hacer el prólogo de la obra.
El golpe brutal que significó la Guerra Civil obligó Deulofeu a exiliarse. En un tiempo en que los nubarrones dominaban el paisaje, nuestro hombre supo aprovechar su desgracia y, enmedio del caos, de la guerra, lejos de su casa, en un tiempo sin referencias, después de ganar uns francos que le aseguran la subsistencia, hará cosas que por cotidianas y normales pueden parecer frívolas: va a bibliotecas públicas, lee, reflexiona, escribe y toca el violín. Es el triunfo del pensamiento, y a veces pienso que esto todavía no se le ha perdonado.
Fue a Montpeller donde el joven profesor y farmacéutico dibujó con precisión matemática el devenir de los pueblos de Europa. Fue entonces cuando convenció a Francesc Pujols que aquella vez los alemanes no ganarían, que su gran momento todavía había de hacerse esperar. Fue allá donde anunció el futuro declive de los viejos Estados surgidos de la modernidad, Estados como Francia e Inglaterra, futuros vencedores de la conflagración mundial que justo se desarrollaba. Ninguno de los dos sobrevivieron a los augurios deulofeunianos. De la misma manera que el comunismo no había de sobrevivir a la desaparición del gigante soviético. Y es que, com decía Deulofeu en la ciudad del rey Jaime I, el comunismo no era el problema, no era causa de nada, tan solo la consecuencia.
Sí, la nueva Alemania, resurgida de las cenizas de la guerra, ocupa el espacio que el antiguo imperio dejó en la Europa Central y se inventa una Europa que coincide exactamente con la que se imaginaba Deulofeu, una gran confederación de pueblos libres, donde Cataluña otra vez habrá de constituirse en el catalizador espiritual de la Europa futura.
Y fue entonces, en los días oscuros del exilio cuando concluyó que era en las tierras hermanas del Ampurdán y el Rosellón donde se produjo, después de un sueño de siglos, el despertar de un nuevo anhelo creador que había de cristalizar en la llamada cultura románico-gótica. Cataluña, tierra de marca, no tuvo necesidad de importar el arte románico, sino todo lo contrario, y así lo reconocen hoy eruditos de la talla de Marcel Durliart y Pierre Bonassie. Y ahora hace cien años nacía Alexandre Deulofeu, patriarca del románico y matemático de la historia.