Punt Avui. Martes, 19 de Noviembre de 2019.
Andreu Mas
Ya está aquí…
odavía recuerdo los viernes que Xevi y yo nos repartíamos unas tapas en un bar cerca del diario, a Girona, y discutíamos sobre economía. Era en 2007, y los dos estábamos de acuerdo que se venía una de gorda. No éramos más listos que nadie, sencillamente nos dejábamos guiar por el sentido común. Coincidíamos en dos cosas: la locura de los precios de las viviendas algún día se acabaría; no sabíamos cuando, pero sería de golpe. La otra cosa que intuíamos es que algo pasaría en el panorama bancario. ¿Teníamos la pretensión de convertirnos en gurús? No, nos preocupaba como la crisis afectaría el trabajo y nuestras vidas.
En agosto de 2007 ya empezamos a notar algunos síntomas; el último trimestre del año la intuición la avalaban los números y cuando el 2008 estalló Lehman Brothers ya estábamos. No recuerdo que creyéramos, desde nuestra modesta tertulia económica, que las cosas irían por el pedregal para todo el mundo (menos para los ricos y los que saben qué se cuece en el mundo antes de que se cuezca). Ni sabíamos que viviríamos la peor crisis económica del capitalismo y que dejaríamos a nuestros hijos e hijas un mundo todo desgarrado.
Nos poníamos de mala leche con las declaraciones de Zapatero y Solbes, que decían que en España no pasaba nada y que hablaban, ¿lo recordáis?, de los brotes verdes, mientras la mierda ya caía sobre la clase media y trabajadora.
Este último año parece que la crisis ha remitido un poco –sólo un poco– y que ahora ya no nos estrangulan tanto y podemos respirar y, incluso, algunas personas se permiten hacer algún gasto que hoy es extra y que antes del 2007 era habitual. Sólo es, si tenemos que hacer caso de los analistas (de los de verdad, nosotros hace tiempo que no vamos de tapas), la calma que precede la tormenta. He leído y escuchado predicciones razonables como la de Santiago Niño Becerra cuando habla de la «tercera fase de la crisis», y otras tremendamente apocalípticas, como las de uno de mis youtubers económicos de referencia, Miguel Figuera. Este último es de los que advierten que si en el Deutsche Bank, que está en una situación económica crítica –por decirlo finamente–, le pasa el mismo que a Lehman Brothers, nos espera una hecatombe que situará la economía europea en una crisis perpetua como la que vive desde hace décadas Japón. El banco alemán es de los considerados sistémicos, pero no de la economía alemana, sino de la mundial. Sus ramas se extienden por todas partes y su volumen de negocio supera el producto interior bruto de Alemania. O sea, que si estalla… preparémonos.
Estamos en una situación de alto riesgo, no lo dice sólo Figuera, pero no podemos obviar que la crisis, «la normal», continúa muy viva. Lo que me tiene más parado es que, a diferencia de hace 12 años, en los informativos y en las tertulias se escapa alguna información, alguna voz, que dice «¡ep!, que la crisis esta de 2020 ya está aquí» y nadie lo niega; eso sí, aquellos lo sueltan y todo el mundo continúa hablando de la majadería objeto del debate de turno. Y lo que sí que es realmente alucinante es que los políticos del Estado español hagan un debate electoral y no hablen de la deuda pública, de los recortes que exige Europa y de los sacrificios que ya no sufriremos no sólo los catalanes, sino todo el resto. Cuando menos, como que nosotros ya hicimos los deberes cuando tocaba, tenemos opciones de resistir mejor lo que puede acabar siendo el derrumbamiento generalizado de la economía española que, de hecho, ya se tendría que haber producido. Como que los mandones europeos no tienen ni idea de como evitar el tsunami continental, alargan la agonía insuflando dinero a las economías más tocadas (que son prácticamente todas las europeas, la alemana también). Una mala solución que puede llevar el euro a tener el mismo valor que un billete del monopoly (exagero un poco) y que provocará el fin del sistema capitalista tal como lo conocemos cuando menos en Europa.
Pero no todo es malo. La debilidad de los llamados estados nación potenciará la aparición de áreas regionales con una economía fuerte (aquello de los cuatro motores europeos de Pujol y Maragall). Cataluña está llamada a ser el centro de la región económica del arco mediterráneo y Madrid no podrá hacer nada para impedir la inexorable sentencia de la historia (Alexandre Deulofeu la volverá a acertar de lleno). Ahora bien, para que esto sea posible hace falta que nuestros políticos se paren y se den cuenta que el camino de la liberación nacional, el único posible en paz, es poner nuestra economía a mil por hora. Tienen que surgir nuevos líderes, Joan Canadell es un ejemplo magnífico, con visión estratégica; y la administración catalana tiene que escuchar a los que llaman a la puerta y le ofrecen instrumentos para aprovechar la ventana histórica que se abrirá en breve. Dejen de blandir la bandera sólo un rato y de mirar hacia España. La solución mira norte allá…
Enlace del artículo original en catalán:
https://www.elpuntavui.cat/opinio/article/8-articles/1698018-ja-es-aqui.html