El País, jueves 15 de enero de 2004
Cuaderno. Número 1.053. Página 1.
Historias de hace poco. Alexandre Deulofeu i Torres.
Deulofeu ya preveía el fin de España.
Páginas 6-7.
Historias de hace poco.
La Matemática de la Historia del genio ampurdanés Alexandre Deulofeu i Torres vaticinó hace décadas la hegemonía total de Alemania en una Nueva Europa con Inglaterra y Francia depauperadas, y hacia el año 2029 la desintegración de España en una confederación de pequeños estados.
Deulofeu ya preveía el fin de España.
Genís Sinca.
El haz matinal de la luz solar penetra de costado en el interior de la cabaña; remarca la presencia desafinada de un piano de cola, negro, una estantería llena de libros polvorientos, cuatro butacas arrinconadas, una mesa camilla y, sobre todo, el espejo ovalado que miles de veces debe haber reflejado la imagen de este personaje inimitable, el cuerpo rallado en diagonal como si el mismo sol lo hubiese condecorado por el don natural que tiene de ver aquello que los otros no pueden ver: una iluminación que le permite adivinar el futuro, hacer de la historia un juego de espejos alucinante, como si en realidad la humanidad fuese un ser vivo y no un ente inanimado.
Así, recién vuelto del exilio francés en el 1947 y en un momento en que Alemania ha sido aplastada por los aliados, asegura que no solamente resurgirá de sus cenizas sino que en poco tiempo se pondrá al frente de Europa. Aún más: con un conjunto de fórmulas, esquemas y parábolas, según los cálculos deulofeunianos el poderoso imperio soviético tiene los días contados, la URSS está destinada a desaparecer hacia el 2000, caerá el muro de Berlín y las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial simplemente se desintegrarán. En Francia habrá una guerra civil, las Malvinas volverán a ser argentinas, Ceuta y Melilla, marroquíes, las islas Canarias independientes y China, uno de los imperios más potentes de la Tierra, invadirá la mitad oriental de Rusia hacia Occidente hasta que la misma Alemania le pare los pies; los Estados Unidos sufrirán un cataclismo (tal vez sufrir una invasión), y a pesar que se recuperen no podrán evitar que Argentina contra pronóstico resurja y se convierta una gran potencia en el mundo.
Alejandro Deulofeu, en la cabaña que él mismo se construyó en Mas de Ordís./Archivo familiar.
Muchos le dicen que está loco; otro iluminado del Ampurdán. Pero Deulofeu, químico, físico, farmacéutico de profesión en la farmacia de Figueras fundada por su padre, es la imagen perfecta del superdotado. Durante la larga experiencia del exilio francés (1938-47), en que deja de ver la esposa —Pepita Gratacós— y las dos hijas durante nueve años, se ha dedicado a estudiar historia, a rastrear las bibliotecas de Burdeos y de Tolosa, y además ha olido la propia actualidad haciendo de campesino (llega a plantar árboles sin tierra con una serie de abonos químicos), de obrero en una fábrica de aviones francesa, músico ambulante (toca el piano y el violín) con el grupo «Les étoiles de l’Espagne»; en definitiva, se ha dedicado a vivir con un empuje que le ha permitido perfeccionar la génesis de lo que ya había publicado en el año 1934 antes de exiliarse, Cataluña y la Europa futura, impulsado por un entusiasmo que no conoce rival. De muy joven se pone en política. Es diputado de ERC y hasta llega a ser alcalde de Figueras por unos meses en 1937, pero el exilio francés en Montpeller le permite tener una cosa esencial: tiempo para emprender una tarea de investigación inabarcable, brutal, sobre una base muy sólida que le permite mezclar la biología con la historia. De manera natural, rallado en diagonal por esta franja solar que le instituye como un visionario, un tipo de contable del tiempo, estudia la cronología de los egipcios, griegos, sumerios, las duraciones de los imperios y los momentos clave para llegar a la conclusión final: los imperios, las civilizaciones, son como los seres vivientes, nacen, crecen, maduran y desaparecen.
Evolución del imperio español, según Deulofeu.
Fuente: La segona onada imperial a Europa (La segunda oleada imperial en Europa).
Encuentra que duran un período casi exacto de 5.100 años, divididos en tres etapas de 1.700 años: primaria, plenitud y decadencia. Dentro de estas, los imperios de cada civilización (los romanos, bizantinos, así como el francés o el español), todos sin excepción pasan por el mismo proceso hasta que se desintegran, todo junto en un período exacto de 550 años, divididos en fases perfectamente calculables y que superpuestas, reflejadas, se convierten en réplicas exactas, como el romano con el americano, con ciclos biológicos iguales: primero proceso agresivo (estructura federal), gran depresión, segundo proceso agresivo (fase absolutista, frecuentemente frenada por un desastre militar), y fase de plenitud conservadora (Alemania ahora) con una desintegración final irreversible (Francia, Inglaterra y España, aunque en diferentes momentos).
A razón de estos 550 años de ciclo biológico natural, el imperio español según Deulofeu está a punto de terminarse: comienza el 1479 y, siguiendo los cálculos, la fecha de caducidad señala el 2029. Por tanto, en la actualidad España se encuentra en el final por el último ciclo inevitable: la desintegración, el fin de la imposición unitaria y el advenimiento de una fase caótica, llena de divisiones políticas internas, en que el poder central vivirá como un auténtico drama la evidencia del hundimiento imperial en favor de los pueblos peninsulares sometidos durante tantos años; un proceso de descentralización que transformará el estado en una confederación de pequeñas comunidades hispánicas, que se llevan muy bien entre ellas y en plena comunión: Cataluña, Andalucía, Castilla, País Vasco, Aragón, Valencia, Galicia, con la inclusión de Portugal, dependiendo del grado de madurez de cada una y siempre bajo el paraguas alemán, vivirán unos años de plenitud política, económica y cultural después de un periodo de caos impresionante, con episodios inesperados como podría ser la pérdida de las últimas colonias africanas y quizá también la independencia de las Islas Canarias.
Por fortuna, España se encuentra en el final de la etapa que el imperio francés (1486) justamente acaba de iniciar con la pérdida hace unos años de la colonia de Argelia, con la previsión de convulsiones internas impensables (según Deulofeu una guerra civil). Lo mismo vaticina para el imperio inglés (1536), que con pocos años de diferencia está destinado a sufrir también un final tan inesperado como espectacular en favor de países emergentes en este nuevo reparto planetario: la pérdida de la última colonia de las Malvinas, por Argentina. Según La matemática de la historia del sabio de Figueras, 16 volúmenes de los 22 que quería publicar, los países del cono sur (América Latina) están a punto de experimentar un proceso que los elevará a cotas que jamás han imaginado.
Pero el adelanto más espectacular está en el que Deulofeu previno para Alemania. Con la desaparición de las fronteras políticas de los imperios vecinos en recesión, los alemanes están destinados a ocupar una posición paternal de hegemonía (tal como corresponde a la fase conservadora en que se encuentra), dirigiendo una Nueva Europa con las cada vez más empobrecidas y depauperadas naciones francesa y inglesa.
El sabio ampurdanés, que vio como sus libros no eran traducidos al alemán ni en broma, por miedo de las autoridades germánicas de publicar otro Mein Kampf hitleriano, previno asimismo que en momentos de convulsión el país teutón incluso habría de intervenir en territorio francés no como un guerrero, sino como un gendarme, lo mismo que también podría llegar a hacer en la desintegración de España.
La actitud amistosa de los alemanes se extenderá alrededor de Europa para mantener la paz en los lugares en donde también hayan depositado su capital, infiltrado en todas las industrias europeas, sobretodo regiones turísticas especialmente del Mediterráneo, con infinidad de propiedades compradas por alemanes. Con la excepción de los países nórdicos y de las nuevas incorporaciones eslavas, las otras nacionalidades satelitarias de Alemania se habrán de tragar el orgullo imperial de tiempos pasados para entrar en una época de bienestar general bajo esta dirección, que respetará las particularidades de los pueblos súbditos con una mentalidad totalmente opuesta a la hitleriana, por otro lado tan propia de la época de plenitud de todos los imperios.
Asimismo, esta enorme vitalidad se desplazará hacia la Europa oriental y llegará a su cenit en el momento en que de manera irreversible el imperio alemán comience a decaer (2320), momento en que en algún punto de la Europa central, quizá situado en los nuevos países eslavos, tenga lugar el nacimiento de una cultura nueva que ponga punto y final a la occidental y dé inicio a una etapa en que el hombre habrá de intentar encontrar, una vez más, el impulso de una espiritualidad que no le enfrenta y, por encima de todo, le desposea de la avidez material que habrá hundido los anteriores imperios, incluido el alemán.
Deulofeu compuso su teoría, a la altura de un Toynbee o de un Spengler (posteriores a él), para dar a la humanidad los elementos clave para evitar las guerras e instaurar la paz. A pesar de que prácticamente nadie le hizo caso, y que sus obras no se podían encontrar, siguió escribiendo con el mismo entusiasmo iluminado del primer día, convencido que al final la gente se daría cuenta que lo que preveía en La matemática de la historia comenzaba a producirse. A diferencia de Dalí, nacido en la genial calle de Monturiol donde todavía hoy hay la farmacia Deulofeu, el farmacéutico gerundense, a pesar de la originalidad rompiente de los ciclos biológicos, no se supo vender. Reflejado en el espejo ovalado que todavía hay en la cabaña que él mismo se construyó en un rincón del Mas de Ordís (a nueve kilómetros de Figueras), de repente cogía el coche (un Peugeot negro) y emprendía en solitario (a veces con amigos) sus famosos viajes para investigar los territorios que le interesaban, sin importarle demasiado que se supiese la importancia de lo que estaba haciendo. Obviamente rastrea Alemania, recorrió Italia, y incluso demostró, casi por casualidad, que el primer románico se encontraba a pocos kilómetros de su casa, en la iglesia de Sant Pere de Roda (Cataluña: madre de la cultura occidental), hecho que en los años sesenta le valieron numerosas oposiciones.
Deulofeu haciendo de boticario en su farmacia de Figueras./Archivo familiar.
Tan solo una vez, gracias a un amigo suyo argentino, Abelardo F. Gabancho, Deulofeu recibió un homenaje espectacular en Buenos Aires. El sabio catalán, iluminado de costado por aquella luz que lo condecoraba, se encontró de repente rodeado de una gente que lo admiraba. Estamos en el 1978, tiene 75 años, y por unos días arrastra cantidades imprevistas de oyentes en las aulas más recónditas del país. Saben que está enfermo (cáncer), y este hecho añade una emoción preliminar en los discursos del profesor. Boquiabiertos, escuchan el ascenso imparable de los argentinos, la caída de los españoles y de los franceses, la pujanza económica de los alemanes, y lo más espectacular: con cuadros y parábolas que no pueden replicar, explica como los Estados Unidos se encuentran justamente al final de la primera fase agresiva, de verdadera fiebre expansionista, en el fin de una fase federalista que lleva consigo el germen de la desintegración y la catástrofe. Deulofeu explica que la gran potencia americana sufrirá desgracias infinitas: se verán los horrores de la revolución francesa multiplicados en proporción a la numerosa población americana y el país sufrirá una gran depresión, el punto más bajo del imperio, seguida de una muy probable invasión exterior, con incidentes de todo tipo. Por unos momentos, es lo que pasa cuando es conoce al genio ampurdanés, los argentinos se sienten atolondrados; el planteamiento deulofeuniano es atrevido pero los espejos del tiempo hablan por él: el hombre que los explica, a pesar de que la hegemonía americana volverá a ser impresionante, no es ningún charlatán, sino un pensador de alto nivel internacional. Pasados unos días, se enteran de la muerte del sabio; se dan cuenta, con sorpresa, que los diarios españoles no hablan de él. En su casa no lo conoce nadie.