El Nacional. Domingo, 5 de Enero de 2020.
Marc Pons
¿2029: el fin de España?
Imagen principal: Fotografía de Alexandre Deulofeu / Fuente: Centro de Estudios Ceretanos.
Montpellier (Occitania-Francia), 1 de Noviembre de 1939. Hacía siete meses que había concluido la Guerra Civil española (1936-1939) y dos meses que había estallado la II Guerra Mundial (1939-1945). Alexandre Deulofeu, farmacéutico, intelectual, pensador y político del exilio republicano, llegaba a Montpellier. El fuerte impacto que le había causado la derrota de la República (que en su pensamiento simbolizaba el progreso político y social), el terrible éxodo de centenares de miles de personas que huían de la tenebrosa noche del totalitarismo y el penoso exilio en los campos de concentración de la República de la «fraternité» le llevarían a replantearse su visión de la historia.
Mapa de Europa (1650), obra de Jan Blaeu (fill) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France
Una idea cíclica de la historia.
El gran mérito de Deulofeu sería poner en cuestión el binomio tiempo-progreso, impuesto por la ideología política y el pensamiento filosófico de la Ilustración (siglo XVIII), y que se puede resumir en la expresión coloquial «nosotros vivimos mejor que nuestros padres, que ya vivían mejor que nuestros abuelos». En Montpellier formularía la Matemática de la Historia, sobre una idea cíclica y no lineal, y predecería los grandes acontecimientos del siglo XX: la derrota de los nazis, la desaparición de los imperios coloniales europeos, la desintegración del imperio soviético o el fracaso de las políticas neocoloniales norteamericanas, coincidente con la eclosión de China e India como grandes potencias mundiales.
Las predicciones acertadas de Deulofeu.
Cuando Deulofeu predijo la derrota de los nazis, la guerra era claramente favorable a Hitler. De la misma forma que cuando predijo el fin del imperio soviético, el Telón de Acero estaba en una fase muy embrionaria. O del mismo modo que cuando predijo el fin del liderazgo europeo, China no era más que una pintoresca reliquia cultural y la India era, tan solo, una gran colonia británica. Estas predicciones las formularía sobre la teoría de que las civilizaciones y los imperios tienen una existencia biológica similar a la de los seres vivos: nacimiento, crecimiento, plenitud, decadencia y muerte. Pero ¿con qué datos y con qué elementos calculó la independencia de Cataluña el 2029?
Mapa político de Espanya (1854) / Fuente: Biblioteca Nacional de España
Una vida alrededor de los 550 años.
Deulofeu estudió los elementos comunes de los grandes imperios de la historia de la humanidad, y llegó a la conclusión que todos habían tenido una existencia alrededor de los 550 años. En el caso español, dató el inicio de su existencia en 1479, el año que Fernando el Católico (que ya estaba casado con la reina de Castilla y de León) alcanzaba el trono catalano-aragonés. En 1479 Deulofeu le suma 550 y predice la defunción de aquel imperio –y la independencia de Cataluña– en 2029. Todo ello parece muy encajado, sobre todo teniendo en cuenta los acontecimientos de los últimos años; pero la cifra 1479 sería, como mínimo, discutible si se la quiere considerar el inicio del imperio español.
España, tan solo un concepto geográfico.
La unión dinástica hispánica se materializa el 1479, pero aquel proyecto político –y económico– no era más que un rompecabezas de dominios independientes, basado en el concepto Hispania/España, que, en aquel momento, era de naturaleza geográfica, en la medida que, para nosotros, lo son la Antártida o el Amazonas, para poner dos ejemplos. Sin embargo, aquella idea de solapar una idea política sobre un concepto geográfico tenía un largo recorrido que remontaba al año 1000. Sancho III de Pamplona (992-1035) concentró los dominios cristianos de toda la península Ibérica (exceptuando los catalanes que, quizás, ya tenían fama de «problema») y se intitularía Imperator Totus Hipaniae.
Milagro de Empel’, obra de August Ferrer Dalmau / Fuente: Wikipedia
«Los cinco reinos que había en España».
El proyecto de Sancho siempre estaría orientado hacia la Meseta y hacia el Atlántico y, reveladoramente, prescindiría de los catalanes, porque en la ideología de la época se consideraba que no formaban parte de una historia y de una tradición tribal que comprendía el solar peninsular. Pasados dos siglos de la muerte de Sancho III y de la fragmentación de su «imperio», y pasadas unas décadas de la unión dinástica catalano-aragonesa (1150), el conde-rey Jaime I (1208-1276) se autoproclamaría «rey del mejor de los cinco reinos que había en España» (referido a Valencia); que es la constatación más evidente que Hispania/España, en tiempo del Conquistador, continuaba siendo un concepto geográfico.
Elionor de Aragón… ¿«Eva mitocondrial» hispánica?
Un siglo más tarde, el conde-rey Pere III (1319-1387) intervendría –más que decisivamente– en la guerra civil castellana, e impondría a su hija Elionor como reina consorte al trono de Toledo, con un clarísimo propósito. La semilla de Elionor llevaría a los Trastámara al trono de Barcelona (1412), muy probablemente en contra de los planes de Pere III, que habría previsto asentar Berenguer-Aragón al de Toledo. Pero ni en este punto, ni en el de la coronación de Ferran (1479), ni siquiera en la de su nieto y heredero Carlos de Gante (1516), se puede hablar de imperio español. El modelo político de la época, a todo estirar, nos permite denominar aquel conglomerado como Monarquía hispánica o como Imperio de Habsburgo.
Negrín, presidente de la República autor de la frase: “Si esas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco” / Fuente: Viquipedia
Un imperio tarado.
La idea Hispania/España comprende –por primera vez– la geografía peninsular el 1580: Felipe II incorpora Portugal a sus dominios. Pero ni siquiera en aquel momento se puede hablar de imperio español, porque toda su política giraba sobre la necesidad de mantener el dominio de los Países Bajos, el auténtico motor económico del imperio de Habsburgo. Sin embargo, el año siguiente se independizarían, precisamente, los Países Bajos (1581). Poco después, lo harían Cataluña y Portugal (1640). Y durante el siglo XIX, las colonias americanas. Si algo explica la historia es que el imperio «austro-borbónico» (término que, ciertamente, emplea Deulofeu) nació tarado, porque se parte desde sus inicios.
Deulofeu, ¿el Nostradamus catalán?
Jaume Vicens-Vives, figura capital de la historiografía catalana, dijo de Deulofeu que «le faltan conocimientos históricos, siquiera superficiales, por lo que incurre con frecuencia en gravísimos errores y conclusiones . Y Josep Pla, uno de los grandes de la literatura catalana contemporánea diría que la Matemática de la Historia «es un bluf (…) presentado con una bondad que, a menudo, en el Ampurdán (Deulofeu era ampurdanés) es una forma de la astucia más elemental». Pero ni tanto ni tan poco. Actualmente, la Matemática de la Historia no pasa de la categoría de especulación; pero, en cambio, sus teorías –y sobretodo el resultado de sus predicciones– no dejan de ser, como mínimo, curiosas.
Pere III de Barcelona y IV de Aragón y Joan I de Castilla y de León, padre y esposo de Elionor de Aragón / Fuente: Viquipedia
¿…Y si era 300?
Quizás no estaba tan equivocado. Quizás sólo se equivocó en la cifra 550. Porque si sustituimos la cifra deulofeniana por 300, nos encontramos con una curiosísima secuencia. Año 801, creación del condado carolingio de Barcelona. Año 1137, unión dinástica de Barcelona y Aragón. Año 1412, entronización de la dinastía castellana Trastámara. Año 1714, ocupación borbónica de Cataluña. Año 2020 …¿o 2029, república independiente? En cualquier caso, todo ello es muy aventurado, porque los grandes ciclos históricos son globales –son los que señalan el fin de una era y el inicio de otra–. Y lo que la historia nos revela es que surgen de una forma generalizada y en cada país tienen una duración diferente.
Un zombi que se resiste a ser enterrado.
Y lo que también nos revela la historia, sobre todo la del imperio «austro-borbónico», es que la cultura del poder español, desde la construcción de la España castellana (la de Olivares y Quevedo), es la de morir matando: «Más vale honra sin barcos que barcos sin honra». A la mierda el diálogo, la negociación y el pacto: «¡A por ellos, oé!». Y después viene el funeral y las lágrimas de cocodrilo, «si esas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco». Lo que no puede revelar la Matemática de la Historia ni la historia académica, porque es imposible calcularlo, es la duración de este funeral. El obligado velatorio –los latinos somos mucho de velar el muerto– de un zombi que se resiste a ser enterrado.
Enlace del articulo original en catalan:
https://www.elnacional.cat/ca/cultura/marc-pons-2029-fi-espanya_457215_102.html